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Lamentamos el fallecimiento de Maria Leitner conocida en la comuna como “Shakira”. Nuestras condolencias a la familia.

Como homenaje hacemos público un reportaje sobre la vida de Maria y su llegada a Limache.
Shakira: ni tan ciega, sorda y muda.
Sus perros, un carrito y tres naranjas se necesitan para que Shakira comience su función.
Todo limachino de corazón la conoce. Recorre día a día los semáforos de Limache intentando generar dinero para sobrevivir, pero ¿Cuál es la historia tras este personaje? ¿Es una condición u opción de vida?
“Soy ciega, sorda y muda” con un letrero de cartón colgado al cuello con aquella frase se dejó ver por primera vez, hace cerca de 15 años, Maria Leitner apodada por la gente “Shakira.” Se paraba en cada semáforo de la ciudad simulando tener las discapacidades presentadas en su cartel con el fin de que quien la vea le coopere con una moneda o bien, con comida.
Así comenzó a oírse en las voces limachinas su nombre y aunque desde un comienzo se dudó que tuviese tales condiciones, la gente le colaboraba igual.
El tiempo corría y seguía en los semáforos, claro que un poco más descuidada, lo que ocasionó que los espectadores pudiesen resolver el primer misterio que la involucraba: “Sí, nos mintió no es ni ciega ni sorda ni muda” y lo supieron porque no se aguantó las ganas de hablar, de mirar directo a los ojos y dar claras señales de que podía ver y responder en coherencia a lo que se le preguntaba, decía o gritaba. Entonces, luego de dicho descubrimiento, Shakira decidió seguir rindiéndole honor a su apodo y se quitó el cartel para dar paso a su nueva puesta en escena: El baile y los malabares. Y aunque coordinar las naranjas que tiene entre sus manos con los pacitos de baile no es nada de fácil, ella lo puede dominar.
Se rige bajo un horario fijo, con un destino determinado todos los días y dependiendo de la estación del año decide lo que hará.
Reconocida por su particular forma de ser, Maria no es lo que parece.
Probablemente quien la vea creería que está en situación calle, que no tiene para sustentarse pero lo cierto es que, por muy extraño que sea, ella decidió ser así, no por necesidad si no por gusto.
Actualmente es viuda, vive con su hijo en una casa ubicada en el pasaje dos de la población Independencia, Limache. Su esposo le dejó una pensión que recibe mes a mes y más el dinero que recauda, que no es una cifra menor.
Años atrás fue protagonista de una polémica en su barrio y esto porque le robaron aproximadamente 1 millón de pesos. Lo que nos afirma que pasito a pasito se llena el saquito.
Una pandereta y una reja oxidada cuidan el frontis de su casa, no se caracteriza por ser lo más preocupada por la seguridad de su hogar y esto se comprueba al ver puertas, ventanas y reja sin llave.
-“Alo, alo, alo ¿Shakira?”
Corría el tiempo y nadie asomaba, no había ruido y a simple vista se veía vacía. Bolsas, pañales, juguetes, y basura adornaban su jardín. Quien pase por allí sin saber su historia, probablemente creería que está deshabitada.
El viento de Septiembre se deja sentir, son las 20:40 horas y se enciende una luz en su casa. Gritos y ladridos amenizan la noche.
- “Alo, alo”
Segundo intento y no pasa nada. Se acerca un joven, bien vestido, levanta su rostro para hacer un contacto visual, ya que por su Jockey no se dejaba apreciar.
Él era, con un kilo de pan y una mantequilla, abría la reja el hijo de María.
“No creo que quiera hablar, voy a ver de todas maneras”
“No, mejor intenta en su trabajo, aquí está ocupada”
Ahí está, en el semáforo que eligió esta temporada reguardada por sus perros, tirando las naranjas. Su falda flamea cual bandera, su chaleco no cumple la función de abrigarla pues de tantos hoyos ya no da más y cómo no mencionar a sus perros las “Guagüis” que día y noche la escoltan por la ciudad.
Shakira ¿vamos por un completo? Te quiero conocer.
Ella lo sabe, está consciente que en Limache es un personaje y si no es por dinero, no dirige la palabra.
Sólo quiero saber, ¿de dónde vienes?, ¿te gusta ser así? ¿Decidiste la vida que llevas?
“De la Serena llegué aquí, no siempre estuve allá, yo recorría por todos los lugares hasta llegar acá.
Si viniese una organización y recogiera a mis perritos, los cuidaran, alimentaran, los bañaran y también arreglaran mi casa yo me iría. Pero prefiero tenerlos conmigo. Son mis Guagüis. Yo pido plata por ellos para alimentarlos y ellos me siguen a todos lados.”
Sus vecinos e hijo lo confirman: ella quiere ser así, se siente cómoda y a pesar de tener los recursos para vivir de una manera más amena no quiere. Mientras tenga a sus perros, sus naranjas y los semáforos en rojo, ella va a seguir de la manera que decidió vivir.
Periodista: Javiera Vásquez Parra